ONG por la no discriminación

 

Retratos de mujeres albanesas que han pasado su vida viviendo como hombres

 

La fotógrafa Jill Peters realizó una serie fotográfica de nombre Sworn Virgins of Albania (“Vírgenes juradas de Albania”), la cual es a la vez un documento etnográfico y un retrato de un tipo social propio de esa región del mundo que está próximo a desaparecer.

En las montañas al norte de Albania la diferencia entre hombres y mujeres sigue siendo brutal: la libertad para votar, conducir un auto, tener un negocio, ganar dinero, y otras actividades propias de las sociedades modernas (i.e. capitalistas) como fumar, beber, decir grocerías, poseer un arma o usar pantalones, siguen siendo actividades propiamente masculinas. Peters explica que las mujeres son canjeadas en matrimonios arreglados a muy corta edad, en ocasiones con hombres mucho mayores que ellas.

La única alternativa a una realidad asfixiantemente masculina es literalmente disfrazarse de él. O deberíamos decir, “de Él”: las mujeres que se plantean algo más que ser la esposa de un anciano se convierten en vírgenes juradas, o “burneshas”. Como las antiguas sacerdotisas de Diana, las burneshas adoptan conductas masculinas no sólo en su apariencia y comportamiento diarios, sino que en ocasiones cambian su nombre; lo más importante –y tal vez lo más demandante– de la transformación en burnesha es el voto de castidad al que deben someterse tradicionalmente. 

Las (¿los?) burnesha son miembros activos y respetados dentro de su comunidad. Jill Peters afirma que “poseen una cantidad indescriptible de fuerza y orgullo, y valoran el honor de su familia por sobre todo lo demás.” La fotógrafa afirma también que probablemente esta sea la última generación de burneshas vivas, pues las generaciones jóvenes crecen con otros motivos aspiracionales (¿tal vez convertirse en Ke$ha?), por lo que estos retratos serán en unos pocos años el recuerdo de una forma de vida. No se trata sólo de travestismo, sino de convertir una forma de opresión (la hegemonía masculina) en una forma de libertad.

 

 

COMENTARIOS:

HIMALIO

Buenas, quería hacer una pequeña acotación respecto al contenido publicado en este discreto post sobre las burneshas. Quería decir simplemente, que es incorrecta esta afirmación: “La única alternativa a una realidad asfixiantemente masculina es literalmente disfrazarse de él. ” Las burneshas son el resultado de una sociedad extremadamente patriarcalista y arcaica pero no es una opción, es un deber que normalmente se asume cuando no queda otra manera de que sobreviva la familia. Me explico, la ausencia de cabezas de familia masculinos que trabajen y mantengan el estatus del grupo familiar, obliga generalmente a las primogénitas a asumir este género ambiguo. Y cuando digo género me refiero a todas las cargas que ello conlleva puesto que no solo se disfrazan sino que asumen una identidad masculina, una forma de hablar y de pensar y por ello se las permite acceder a los círculos y a las posibilidades tradicionalmente vetadas a las mujeres. Y por eso mismo tiene prohibido disfrutar del sexo como mujer (dado que corren el riesgo de quedarse embrazadas). Si sólo se disfrazasen de hombres, seguirían siendo mujeres, pero no, renuncian a todos sus connotaciones. Sé que lo has puesto en cursiva, pero aún así hago hincapie porque no me parece adecuada la matización. Existen casos semejantes en otras culturas como las de los indios de Norteamérica. Pero sobretodo hay que recalcar que no es una opción, cualquier mujer no puede hacer esto, es un mecanismo cultural para perpetuar un sistema machista y heterocentrado, no una escapadita a la emancipación femenina, porque las cargas familiares y económicas a las que tienen que hacer frente estas mujeres son enormes.

 



 

 

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