El término "homosexual" en sí mismo fue acuñado en 1869 por un médico húngaro de apellido Benkert, desde una carta dirigida al ministro de Justicia alemán y firmada con el seudónimo "KM Kertbeny", en la que reclamaba la derogación de las leyes que penalizaban las relaciones entre hombres (el "descubrimiento" de la sexualidad de las mujeres demoraría un poco más). Unos años antes, un amigo de Benkert, Karl Heinrich Ulrichs, había publicado unos folletos sobre el tema creando el término "uranios", basado en el nombre de la musa que en el Simposio de Platón protege el amor entre los hombres.


En 1860 se había publicado Hojas de hierba, de Walt Whitman, en la que su autor -del que hoy se conoce una copiosa correspondencia intercambiada con varios de sus jóvenes amantes- exaltaba el erotismo masculino, disimulándolo apenas con alusiones a los cuerpos de hombres y mujeres.


En esa misma década de 1860, el abogado JB von Schweitzer fue condenado por actos homosexuales en la ciudad de Mannheim, en Alemania. Su defensa fue asumida por el líder sindicalista Ferdinand Lassalle. Schweitzer se afilió a la Asociación Universal de Trabajadores Alemanes, generando el rechazo de algunos dirigentes. Nuevamente en su defensa, Lassalle escribió: "Lo que Schweitzer hizo puede no gustar, pero yo no puedo verlo como un crimen. De cualquier manera, no podemos privarnos de una persona de tanto talento, de un hombre fenomenal. En última instancia, la actividad sexual es una cuestión de gustos y debería ser librada a la decisión de cada persona, siempre que no lesione los derechos de los demás".


Este alegato y la actuación de Schweitzer hizo que los trabajadores aceptaran al abogado, que terminó siendo elegido presidente de la asociación a la muerte de Lassalle. Esta defensa del derecho a la libre opción sexual, hecha desde el sindicalismo, marcó el comienzo de una afinidad entre el socialismo y el naciente movimiento homosexual, que sólo se quebraría a partir del estalinismo soviético.


En 1895 se produjo un escándalo que conmovió a toda la opinión pública europea, y en particular a la británica. El famoso escritor Oscar Wilde fue acusado por el marqués de Queensberry -padre de un joven amante de Wilde- por cometer ofensas al pudor y actos de sodomía. Wilde fue sometido a juicio y atacado verbalmente por el fiscal, quien declaró que "preferiría tener que actuar sobre el más bárbaro asesinato y no en un caso como éste, por la horrenda naturaleza de los cargos que implica". Wilde fue condenado por el juez a dos años de prisión con trabajos forzados. La reina Victoria rechazó el único pedido de levantamiento de la pena, firmado por personalidades francesas. En la propia Inglaterra, George Bernard Shaw no consiguió ninguna firma para un pedido de excarcelación. Wilde salió de la prisión arruinado moral y económicamente.


En este marco social, cultural y jurídico se produce la creación en Berlín, en 1897, del primer movimiento en defensa de los derechos de los homosexuales. Su fundador, Magnus Hirschfeld, un psiquiatra, le dio por nombre Comité Científico Humanitario. Un pequeño grupo en el comienzo, pero pronto se convirtió en una fuerza activa que promovió encuestas de opinión pública entre médicos y políticos, realizó mítines callejeros en varias ciudades alemanas e inspiró la creación de grupos similares en varios países europeos.


August Bebel y la bancada de parlamentarios socialistas apoyaron abiertamente las iniciativas del movimiento para derogar las leyes represoras, y las más altas personalidades de la cultura alemana y europea acompañaron las peticiones con sus firmas: Herman Hesse, George Grosz, Karl Kautsky, Albert Einstein, Martin Buber, Thomas Mann, Carl Maria Weber, Stefan Zweig, Rainer Maria Rilke, Emile Zola y Leon Tolstoi, entre otros. A insistencia del propio Hirschfeld se incorporaron algunas "uranias" al movimiento, entre ellas la activista lesbiana Anna Rühling, en 1904.


En 1921, ya en plena República de Weimar -cuyo nacimiento fue activamente apoyado por el movimiento, al igual que el derrocamiento del emperador-, los grupos homosexuales de Europa fundaron la Liga Mundial para la Reforma Sexual, que llegó a contar con 130.000 afiliados.
Los cambios drásticos introducidos por la revolución en la legislación soviética de los primeros años -la despenalización del aborto y la aceptación de la homosexualidad- sólo son explicables por el intenso trabajo de concienciación realizado desde principios de siglo por el movimiento homosexual y el feminismo.

 

 

LA SOCIALIZACIÓN


Si el amor entre varones había asomado a menudo en la literatura, la toma de conciencia por parte de las mujeres de su propia sexualidad empezó a hacer visible el lesbianismo, durante siglos vividos como culpa, combatido por la religión como "posesión demoníaca" y por la medicina como enfermedad cuya "cura" podía requerir la mutilación genital.


París, con sus movimientos vanguardistas y su intelectualidad homosexual visible (André Gide, Jean Cocteau) se convirtió en la meca de algunas lesbianas estadounidenses ahogadas por el puritanismo de su país. La pareja más famosa fue, sin duda, la de la escritora Gertrude Stein y Alice Toklas, anfitrionas de los más famosos pintores de la época.


Londres tuvo su parte, pero "a la inglesa"... La célebre Virginia Woolf, casada -como correspondía a una dama de su clase-, vivió varios romances lésbicos, el más intenso de los cuales la involucró con otra escritora igualmente casada -como correspondía a una dama de su clase- llamada Vita Sackville-West.

 

 

EL REGRESO DE LAS CORRIENTES AUTORITARIAS 


El comienzo de la década del treinta, con su ola de inestabilidad social y económica, mostró el fortalecimiento de las corrientes autoritarias, nacionalistas y defensoras de la vieja moral familiar. A la derecha, Hitler rodeado de todas las variantes del fascismo europeo. A la izquierda, Stalin derogando todas las leyes progresistas y concentrando en sus manos la totalidad del poder. En ambos imperios, las mujeres nuevamente a reproducir la especie y los homosexuales a la cárcel.


En Berlín, donde el doctor Hirschfeld había instalado el Instituto de Investigaciones Sexuales, una banda de jóvenes nazis tomó por asalto el edificio al son de marchas militares, volcó los tinteros sobre cada documento que encontró y tiró por las ventanas más de 10.000 libros de la selecta biblioteca allí reunida, quemándolos en la vía pública. Un altísimo número de homosexuales murió en los campos de concentración, donde debían llevar un triángulo rosado como distintivo en sus camisas.


Algunos oficiales nazis homosexuales, a quienes Hitler usó estratégicamente durante su ascenso, fueron fusilados sin más trámite. El fusilamiento y la prisión fue también el destino final de muchos homosexuales en Moscú. Stalin los llamaba "fascistas decadentes". Los nazis les gritaban "sucios bolcheviques". El "mundo libre" combatió ambos totalitarismos, pero agradeció en el fondo la erradicación que éstos habían hecho de tanto "libertinaje".


Treinta años debieron pasar para que hombres y mujeres homosexuales de Occidente volvieran a organizarse en pos de sus derechos.