INTRODUCCIÓN PROSAICA

Este libro que obra ahora en tu poder, querido lector, tiene una pequeña historia (de humor) que me gustaría compartir contigo en esta breve introducción. Dicha historia comenzó cuando años ha (muchos años ha), influenciado por la lectura de las primeras obras de Jaume Perich, tomé la decisión de comenzar a anotar todas las tontadas que se me ocurrían. Ni se me pasó entonces por las mientes que acabaría contactando con el propio Perich, que él me animaría a intentar publicarlas y que se ofrecería a prologarme el libro si conseguía encontrar amparo editorial para el proyecto.
Empero, y a pesar de tan ilustre padrinazgo, no logramos hallar ningún editor que se aviniera a publicarlo por aquellos entonces, el bueno de Jaume se nos marchó al poco tiempo al cielo de los cómicos, y el proyecto quedó arrumbado acumulando polvo y eones en el Registro de la Propiedad Intelectual y en los intersticios de nuestra propia y desmemoriada memoria.
Y ahora, después de veinte años (y tiene el tango la boluda desfachatez de decir que veinte años son nada), aún sin editor, hogaño sin tan siquiera un prologuista de renombre que lo avale, hemos decidido rescatar el proyecto del limbo de los libros no nacidos y hacer que sea, porque un libro no existe (decía Cela, cuando Cela aún podía decir algo) hasta que se halla en manos del lector, o sea, en tus manos.
Con tal objeto, he revisado y actualizado todas y cada una de las tontadas (máximas mínimas, como también me gusta denominarlas) que conformaban el proyecto original. He pasado por el cedazo de mi criterio actual (del poco que aún me queda) todo lo que entonces creía yo que era gracioso (o acaso simplemente ocurrente). He intentado no fiarme de lo que entonces creía saber pero tampoco de lo que creo saber ahora (y es que uno no puede fiarse de nadie, y mucho menos de uno mismo). Y creo, honestamente, que el resultado final es más que aceptable.
Cuando el río suena, querido lector, reúne 666 de esas tontadas (¡un número muy bestia de tontadas!), 66 de las cuales cuentan con la ilustrada e ilustradora colaboración de Asy, dibujante genial que aporta el aderezo perfecto para hacerte aún más amena su lectura. Y he de confesarte (si me permites la inmodestia) que estas 666 máximas mínimas me siguen divirtiendo, siguen haciéndomelo pasar bien, me sigo sintiendo orgulloso de ellas. Son como pequeñas píldoras que pueden consumirse sin temor a efectos secundarios indeseables. No desarrollan más adicción ni más tolerancia al leerlas que unas contagiosas ganas de inventarte tontadas por tu cuenta. Son fogonazos (quiero creer que de ingenio) que juegan con las palabras y sus múltiples (y a menudo chocantes) significados. Son pequeños divertimentos que invitan al divertimento. No pretenden desvelar nada profundo ni trascendental (aunque quizás a veces sí lo logren sin yo haberlo pretendido). Reciben el nombre rimbombante y sesudo de aforismos, epigramas o apotegmas, pero no por eso dejan de ser tontadas. Son algo así como las afamadas greguerías de Ramón Gómez de la Serna pero con muchas menos ínfulas poéticas. Jaume Perich las popularizó en sus libros Autopista y Nacional II (que para mí siguen siendo el Antiguo y el Nuevo Testamento de las tontadas con solera).
Espero que disfrutes leyéndolas, querido lector, tanto como Asy y yo hemos disfrutado alumbrándolas. ¡Que suene el río!

El autor

 

INTRODUCCIÓN POÉTICO-DECIMAL

¿Qué cosa es un aforismo?
¿Qué diantre es un epigrama?
¿Qué leñe es esta amalgama
de enrevesado simplismo?
¿Acaso es esto humorismo?
¿Hay ingenio en estas frases
o sólo son torpes flashes
que plagian la luz del sol?
¿Es esto un burdo farol
o quizá un póquer de ases?
Tras cuatro lustros de espera
y un padrino malogrado,
por fin hemos alumbrado
esta mosca cojonera
con la ayuda financiera
de un grupo de visionarios
que arriesgaron sus denarios
 en munífica inversión
permitiendo la edición
de trescientos ejemplarios.
Seiscientas sesenta y seis
tontadas de campeonato
-algunas con garabato-
que espero que disfrutéis.
Tal vez algunos dudéis
de que valiera la pena
gastar papel y camena
en compendio tan trivial,
pero el caso es que al final
por fin cuando el río suena.

 

El autor (again).