¡Todas/os/es deberíamos poder elegir
el tipo de familia en el que queremos vivir!
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"¡Maravillosas familias! - Homenaje a Gloria Fuertes"
Este libro es un homenaje a nuestra querida Gloria Fuertes.
Me gustaría pensar que ella, en el cielo de las poetas, se siente feliz de leerlo.
Tal y como nos dijo en una ocasión: “En este juego de cartas que es la vida gana el que más sonrisas ponga sobre el tapete”.
Luisa Guerrero
En la sociedad actual nos encontramos con muchos tipos de familias.
Esto es una realidad que el niño necesita entender y, para ello, nada mejor
que a través de los maravillosos ejemplos que nos ofrece la Madre Naturaleza.
Este libro va dirigido a los más pequeños.
Escrito en forma de pequeñas poesías,
cada una de ellas refleja un tipo de familia diferente.
En la Naturaleza hay veces en las que una mamá
se convierte en papá y al revés,
que un papá se convierte en mamá,
como pasa con el pez payaso.
De bonitos colores era
el pez payaso Manuel.
Con su amado esposo vivía,
Andrés se llamaba él.
Un día Andrés se puso serio:
-
Manuel, tenemos que hablar,
ya va siendo hora
de que tú y yo seamos papás.
Habrá que pensar en algo,
¡a ver cómo se puede solucionar!
- No te preocupes Andresito,
yo mañana cambiaré un poquito.
Y así fue como al día siguiente,
nuestro Manuel se convirtió en Manuela,
una pececita sonriente,
que además de femenina era valiente,
y alegre como una castañuela.
Y pronto vinieron los niños.
En su anémona todo el día estaban.
En su trocito de mar nadaban,
todo el día cantando,
todo el día soñando,
todo el día jugaban.
ILUSTRACIÓN de Adoració Jiménez (Doris) (ampliar imagen)
En la granja me encontré con un montón de felices familias.
Los papás y las mamás eran distintos a sus hijas e hijos…
¡es que eran adoptados!
El granjero don Carlitos
vivía con su esposa
y sus tres hijitos.
Tomasito era chinito,
Carmencita era blanquita
y Pedrito era negrito.
La granja de don Carlitos
unos vecinos tenía.
Una mamá, un papá
y cuatro hijos que crecían.
Eran de verdad felices,
¡ellos siempre sonreían!
En la granja de don Carlitos,
muchos animalitos había.
Unos volaban, otros andaban.
Unos con lana, otros con pelo,
con largas melenas y con algún plumero.
- ¡Buenos días don Carlitos! -
Le saludó la cerdita Lola,
que iba con sus tres hijitos
enganchados de la cola.
Encarnita era una cerdita,
Paquito un borreguito
y Anita una perrita.
- ¡Buenos días don Carlitos! -
Le saludó la gallina Macarena
que iba con sus tres hijitos
picoteando en la arena.
Antoñito era un pollito,
Marujita una patita,
y Juanito un dragoncito.
¡Que no se sabe nunca,
lo que saldrá de un huevito!
Con el tiempo nació el pingüinito.
Tenía dos papás para querer,
que entre besito y mimito,
al pingüinito vieron crecer.
Y creció y creció
y en un pingüino adulto,
el pequeño se convirtió.
Su nombre era Antoñito
y entre besito y mimito,
se había convertido
¡en todo un hombrecito!
Y conoció a la pingüina Tina,
que vivía en el pueblo,
¡era su vecina!
- ¡Hola Tina!
- ¡Hola Antoñito!
- ¡Vienes a tomar el té
con mis queridos papitos!
- ¡Vale, Antoñito,
pero sólo me quedaré un ratito!
Y otro día era Antoñito,
el que iba a casa de Tina.
- ¡Hola Antoñito!
- ¡Hola Tina!
- Mañana habrá partidito
y me pregunta mi papá,
¿vendrás a jugar un ratito?
- ¡Claro que sí!... ¡Faltaría más!
- Mi mamá ha horneado
unas galletitas para merendar.
- ¡Pero qué bien!... ¡Con lo buenas que están!
Y Antoñito y Tina,
poquito a poco se fueron queriendo
y un buen día, decidieron casarse.
¡Esto suele pasar,
después de enamorarse!
Dijo Antoñito:
- ¡Un día tendremos un huevito
y lo querré tanto,
como me quisieron mis papitos!
De forma documentada encontramos el caso de dos parejas de pingüinos machos que adoptaron un huevo y criaron al correspondiente polluelo en un zoológico chino y en el de Bremerhaven, en Alemania.
En la familia de los caballitos de mar,
los dos se reparten las tareas domésticas.
Doña caballita de mar
y don caballito de mar
en el mar vivían.
Rodeados de todos sus hijitos
y muchos más que venían.
Don caballito de mar estaba embarazado
y a su mujer decía:
- ¡Cariño, tengo otro antojo!
¡Tengo un antojo por día!
- ¡Cariño, me apetece un pastelito!
- ¡Cariño, me apetece una frutita!
- ¡Esposo,
con tanto antojo,
me tienes mareada,
me tienes loquita!
Las mamás ballenas cuidan ellas solas de sus hijitos.
Estaba la mamá ballena
nadando con su ballenato.
Por el día
su amigo Sol les hacía compañía.
Por la noche
su amiga Luna las estrellas encendía.
La mamá ballena un gran corazón tenía,
quinientos kilos de amor en él se escondían,
que con su hijito “balleno” todos los días compartía,
y así, los mares azules los dos felices recorrían.
Hay un señor don sapo que se llama sapo partero
y que cuida de sus niños-huevecitos, él solo,
sin mamá sapa, hasta que nacen.
Andaba el sapo partero,
saltando de agujero en agujero.
Iba de charquito en charquito,
merendándose algún mosquito.
En el estanque contento estaba,
con sus hijitos a cuestas cantaba:
- Pronto mis niños nacerán,
hermosos renacuajos serán.
Soy un feliz sapito,
que pronto será papito.
En la Naturaleza hay familias muy, pero que muy grandes
y que además se llevan muy bien, como la que forman los bonobos, que son una especie de chimpancé pero de tamaño
más pequeño… ¡y además de ser buena gente, son muy inteligentes!
En las selvas del Congo
vivían unas monas muy monas.
De árbol en árbol saltaban
y en las ramas se columpiaban.
Estas monas tan monas,
¡no todas monas eran!
Unas eran monas, otros monos eran,
otras monitas, otros monitos,
papás y mamás y hermanitos.
El amor y la armonía
en estos bosques existía.
Cuando por algo discutían,
con un gran beso lo resolvían.
Sus vecinos los chimpancés,
que al otro lado del río vivían,
siempre se peleaban.
Cuántos líos tenían,
cuánto jaleo armaban.
¡Hay que ver!
… ¡pero cuánto chillaban!
¡Eso eran sus vecinos!
pero las monas tan monas
qué bien que vivían,
todos juntos, todas juntas,
en hermosa compañía.
Sus bebitos con ellas andaban.
Los más pequeños en brazos,
los más grandes jugaban.
Estas monas tan monas
queriéndose mucho estaban,
¡dándose muchos besitos
el tranquilo día pasaban!
De estas monas tan monas
que tan felices vivían,
deberíamos aprender todos,
¡que bonitas lecciones nos darían!
Cuáles son sus modos,
¡y todas sus monerías!